El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

sábado, diciembre 31, 2005

Despidiendo el año y desfaciendo entuertos

"Si no valoramos cada día cuando nos saluda, ¿notamos siquiera su llegada o su partida? Si no lo hacemos, ¿qué nos hemos perdido? El Viejo Año, lo sabe."
El año 2005 ya tiene sus maletas en la puerta. No se lo lleva todo. Ha dejado cosas buenas... y no tan buenas. No renuncio a ninguna de ellas. Me gusta pensar que algo habré aprendido de todo ello.
Me siento un pelín frustrada en estos momentos. ¿Alguien sabe si existen los "Informáticos sin fronteras" o algo por el estilo? Deberían. Aunque sólo fuera para ayudar a los ilusos que, como yo, confiando en la paciencia y una licencia de las de verdad, se atreven a formatear y reinstalar. Quería terminar el año con el ordenador puesto a punto. Cada día, la pantalla de bienvenida del Windows se mostraba más y más tímida a la hora de aparecer; a veces hacían falta tres reinicios y el corazón se me quedaba en un puño esperando no perderlo todo y sin haber hecho los discos de rescate de rigor. Los hice. Formateé. Instalé. También el antivirus. Pero se me abre un mensaje avisando de errores graves cada dos por tres y el sistema se cuelga. Ni siquiera me ha permitido cargar la foto que tenía preparada para la ocasión y he de terminar el año en plan minimalista. Suerte tendré si consigo publicar este artículo. Sentiría que no fuera así. He leído vuestros comentarios y me hubiera gustado contestarlos uno por uno. Por desgracia, no me queda tiempo. Ya oigo al 2006 acercándose sigiloso.
Aprovecho para intentar desengañar a aquellos que han pensado que me he ido al extranjero, pues no ha sido así. A pesar de que mi última fotografía se titulaba "Paisaje de diciembre" -en alemán-, durante mi ausencia he estado en Jávea y Valencia. Despediré este año y saludaré al nuevo en Zaragoza y luego me iré unos días a un pequeño pueblecito en el Valle del Baztán. Un pueblecito chiquito, muy chiquito, donde me siento como en casa.
Os dejo estas palabras volanderas, como besos, para pediros que me guardéis un huequecito, que nos veremos a la vuelta, en vuestra casa o en la mía. No quisiera olvidarme de nadie: Donna, Ernesto, Portorosa, Lubidulia, Incondicional, Beclen, Brisa, Susana, Omar, Ardi, Sira, Teresa, Marquesita, Piratiña, Max, Nacho, MrMann... pero seguro que se me queda alguien atrás. Perdonadme, os nombro de memoria y hoy no doy para más. Creo que también yo necesito una restauración.
¿Un deseo de Año Nuevo? Que se sigan entrelazando nuestras historias, sonrisas... y besos. ¡Hasta pronto!

¡FELIZ AÑO 2006!

martes, diciembre 20, 2005

Feliz Navidad

Dezemberlandshaft 1985, de Volker Lauing

Estaré ausente unos días. Espero vivir situaciones diferentes que me permitan luego crear, a retales, nuevas historias... y compartirlas.
No dudéis en pasearos por estos lares todo lo que os apetezca, encended alguna luz a ratitos, para disuadir a los ladrones; enchufad la calefacción unas horas, para que a mi regreso no encuentre la casa tan fría; en el frigorífico he dejado cava; para el vino caliente con especias, tendréis que esperar a que vuelva. Y sobre todo, no olvidéis disfrutar de la compañía de los que os aman.

¡ FELIZ NAVIDAD !

Invasión

Fotografía: Tana Guiance

Nunca me han gustado los excesos. Me parecen de mal gusto ¡Qué le vamos a hacer! Por ejemplo, ver un Papá Noel colgando de una fachada, puede ser simpático; ver una caterva de ellos, hace aflorar mi vena más traviesa. De haber tenido en mi mano un puñadito de piedrecitas redondeadas, como cuando era chica, sin dudarlo hubiera jugado a tirar al blanco. Probablemente no hubiera dado una, he comprobado que sólo acierto cuando no me lo propongo.

Me pregunto si me pasará igual con todo.

martes, diciembre 13, 2005

La última noche II

Esta noche, yo había llegado puntual, como siempre. Hay que cenar a las diez y mi madre nunca me ha permitido llegar más tarde. Sabía que los abuelos habían llegado por la tarde para pasar unos días con ella. Me sorprendió encontrar en casa a mi prima Isabel, la nieta favorita de mi abuela, pero no me alarmé. Cenamos las cuatro. El abuelo había cenado más temprano, como era su costumbre. Tras la sobremesa, me lavé y me dirigí a mi habitación. Había necesitado varias semanas y discusiones para conseguir la promesa de que esta noche, esta última noche, la habitación sería mía de nuevo ¡Dormiría sola! ¡Al fin!
Tenía la mano sobre el pomo de la puerta cuando me interrumpió mi madre.
-¿Qué haces?
-Pues... voy a acostarme- había planeado encender una vela y quedarme un rato escuchando el agua, la despedida perfecta. ¿Sería que mamá quería darme la charlita de rigor?
-Es que ahí duerme el abuelo y se ha acostado ya.
Me quedé sin palabras. No me había preocupado encontrarme en casa a Isabel porque había echado cuentas para cuando llegara la hora de dormir: los abuelos en la habitación de matrimonio, mi madre e Isabel en el sofá cama del salón y yo en mi habitación. Hasta había pensado que quizás Isabel había venido para que mi madre tuviera compañía, aunque por otro lado ¡Menuda tontería! Iba a tener que acostumbrarse a dormir sola de ahora en adelante.
-Mamá, lo habíamos hablado...
-Es que se levanta por las noches para ir al baño y molesta a la abuela- se disculpó poniendo cara compungida.
-¿Y dónde se supone que tendré que dormir?- una rabia sorda iba creciendo en mí.
-Pues... con Isabel y conmigo, en el sofá. Ya verás, charlaremos hasta las tantas...¡Va a ser tan divertido...!
-¿Y no podía haber ido Isabel a dormir a casa de la tía Rosa? Al fin y al cabo, no contábamos con ella – pero mi madre no respondió.
-¿Qué querías que hiciera si apareció por sorpresa?
Mentía. No había acabado de hablar cuando hasta las raíces de sus cabellos, recién teñidos de un rubio ceniza, se le habían vuelto carmesíes. Pero poco importaba una mentira más o menos en la larga lista. Ya no había nada que hacer. Una vez más, se había salido con la suya.

Tendría que estar haciendo planes de futuro, soñando con lo que mi vida será a partir de mañana, pero me siento demasiado engañada. En vez de eso, permanezco asida al borde de esta maldita cama, carcomiéndome por tener que estar aquí esta noche, mi última noche de soltera, mi última noche en esta casa.
*Han pasado veinte años. No puedo por menos que acordarme, justo ahora, cuando mi cama me espera. La de ahora es de matrimonio, un grueso colchón sobre un alto canapé. Me arroparé, en la mejor de las compañías, con el edredón de plumas. Haré planes de futuro y soñaré con los próximos veinte años.
En una noche como ésta, imaginaba lo que sería dormir con él a mi lado. No volver a sentirme sola. Despertar de un mal sueño y no tener más que estirar la mano para tocar su piel y ahuyentar mis temores. Ahora no necesito imaginarlo. Es tal cual yo había pensado. Me duermo sin plegarias ni rezos, sólo con una vaga sensación de agradecimiento y el arrullo del subir y bajar de su pecho.

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La última noche I

Intento dormir sobre el costado derecho mientras con la mano izquierda me agarro al borde del somier ¡Este puto somier vencido en el centro! Es como esa grieta que se abre en la tierra tras un terremoto y se va tragando inexorablemente a todo el mundo. Hombres, mujeres... todos intentan agarrarse y acaban sucumbiendo en las entrañas de esa boca abierta. Lo he visto en las películas. Esta noche me toca a mí. Si me duermo, si dejo de agarrarme, aunque sólo sea un instante, resbalaré hacia el centro y aplastaré a mi prima Isabel. La culpa no es del mueble, que ya tiene muchos años, demasiados..., la culpa es de ella, de mi madre. ¡Dónde se ha visto tres mujeres adultas durmiendo en un sofá cama!
Mi habitación había sido la envidia de todas mis amigas. Su moqueta color champagne y los muebles blancos: la cama, la estantería, la mesilla de noche, el escritorio, el armario de cinco puertas, el espejo... toda ella envuelta en reflejos de oro viejo.
“¡Qué suerte ser hija única! ¡Una habitación para ti sola, sin hermanas molestando a todas horas!”... ¡Qué poco sabían!
Sobre la estantería lucía un juego de té de porcelana precioso, también blanco con pequeñas florecillas rosas, era intocable. Sólo en días especiales me permitían jugar con él porque es muy delicado y podría romperse. El armario estaba casi lleno con la ropa de mi madre. El escritorio no podía usarse, no cabían las piernas bajo él. En su cajón grande guardaba yo mi diario, un diario sin llave, hasta que comprendí que no estaba a salvo. Dejé de escribir. En el espejo se observaba cuidadosamente mi madre cada mañana mientras yo huía del reflejo temiendo convertirme en Blancanieves. Mi cama. era cómoda pero ¡la había usado tan poco! Sé que la disfruté en algún momento. Recuerdo haberme dormido arrullada por el sonido del agua que brotaba directamente de la piedra. Sólo desde mi habitación podía oírse y sólo desde allí podía verse la tapia que rodeaba el cementerio, esa que brillaba tanto con la luna llena.

Creo que perdí mi habitación cuando se fue papá. Fue en octubre. Lo recuerdo porque el sonido del agua llegaba amortiguado por las hojas caídas del platanero. Me pasaba horas ante la ventana viendo discurrir el agua sobre los colores del otoño. ¿Cuál había sido la excusa?... mmm, ¡Ah, sí! ¡El ahorro! Había que recortar gastos y era más barato calentar una sola habitación. Así fue como pasé a dormir con mi madre, ocupando el lugar de mi padre en la cama. Y así fue como perdí mi habitación. No recuerdo la excusa del verano, sólo sé que ni siquiera en los calores del estío pude regresar.

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domingo, diciembre 11, 2005

Leyendo-os

Pintura: The Reader, Henry Lamb

Cuando comencé a visitar vuestros cuadernos de bitácora, no pensé que esas lecturas se convertirían en un paso más de mi día a día. Os tengo guardados en favoritos, he copiado en mi cuaderno las direcciones -por si en algún momento mi ordenador sufre un colapso-... y lo único que lamento, es no tener más tiempo.

Al principio, intentaba pasarme a diario para leer vuestros escritos y mantenerme al día. Dejar comentarios, regresar por si había una contraréplica para mí... Pronto ví que, al menos con mi conexión "de carretera comarcal", no me iba a ser posible. No os imagináis cuánto tardo en cargar una sóla página... y sigo guardando en favoritos por similitud, por empatía, por diferencia, por bienestar... todas esas casas en las que me siento tan a gusto.

He solicitado una línea ADSL. Espero poder hacer más en menos tiempo cuando me la concedan. Se están retrasando mucho por culpa de telefónica, porque he solicitado la portabilidad de la línea y, aunque está concedida, tienen que desengancharse ellos para que mi compañía pueda conectarme. Mes y medio llevamos así. Si siguen retrasándose, quizás se convierta en mi regalo de Año Nuevo.

Entre tanto, he descubierto algo. En vez de intentar pasearme por todos vuestros escritos y conseguir casi nada, si visito sólo un par de casas intentando ponerme al día, y leyendo de un tirón desde lo último vuestro que guardo en mi memoria... me da la sensación de estar inmersa en un libro. Un libro muy ameno, he de decir, con un poco de todo; y confieso que es un menú muy apetecible, por equilibrado: salado, agrio, dulce, ácido... todo en su justa medida. Así que... no penséis que estoy ausente o que os olvido. No es así. Alzo el vuelo y os visito.

Si alguien necesitara de mí, que no me silbe -porque suelo volar con música y no me entero-, basta con que se pase y me deje una botella con mensaje en mi recuncho; cuando regrese y la vea, ráuda me pongo en camino de nuevo. Promesa de navegante. Promesa seria.


viernes, diciembre 09, 2005

Regalar artesanía



Todavía estáis a tiempo de pasaros por la Feria de Artesanía. La entrada sólo cuesta un €uro y sería muy raro que, entre todos los puestos, no encontrárais al menos un regalo adecuado para alguien que conozcáis: esmalte, cerámica, seda, cuero, grabados, madera de boj, bambú, velas de cera que huelen mmm... Y no vayáis a pensar que todas estas cosas son muy caras, porque no es así. Tenéis detalles que se ajustan a todos los presupuestos, hasta a los más modestos. Y si acaso os pareciera mucho, pensad en el tiempo que habrán empleado en hacer lo que estéis contemplando. Ya ni siquiera hablo de los materiales, sino del tiempo.

¿Cuánto vale una hora? ¿Cuánto tiempo hará falta para hacer esos pendientes de hojas que me han gustado tanto? Modelar la arcilla para darle forma, cocerla, pintarla, engarzar los pendientes... Realmente la gente que se dedica a hacer estas cosas tiene que sentir una vocación muy fuerte así que... vamos a agradecérselo de corazón y a llevarnos algo bonito. Y sí, he comprado los pendientes. ¡Ojalá a esa amiga que los recibirá de mis manos, le hagan tanta ilusión como a mí me hizo comprarlos! ¡Disfrutad de vuestras compras! Es el primer paso para que acertéis con vuestros regalos.

jueves, diciembre 08, 2005

Otro otoño

Fotografía: Tana Guiance (c)

OTRO OTOÑO
Otro otoño agita sus quebrados brazos
y llama a mi cristal.
¡Oh acobardados pájaros,
oh inédita pintura
de nubes ateridas,
apretadas y cárdenas!,
ya no me sois bastante.
Acecho en la ventana
y todos los rumores
me parecen aquel
de los pasos que espero.
Pero sólo es el viento
barriendo hojas de trapo
con sus manos de trapo.
El banco del jardín está vacío
y las torres se afilan y oscurecen
contra ese cielo de color cinabrio.
Cada vez mis membrillos
se ponen más enfermos.
¡Ay, amor!,
¿por qué tardas en venir?
Carmen Martín Gaite

miércoles, diciembre 07, 2005

Ir de compras

Otra tienda donde ir de compras se convierte en un auténtico placer es la Fnac. Nadie me apura, hojeo los libros que quiero, leo las sinopsis de las películas en DVD, pregunto por algún título que no encuentro... Obviamente, por cuestión de presupuesto, no siempre salgo de allí con una compra en la mano, pero lo que nunca falla es que me voy satisfecha y con una sensación muy agradable.

Probablemente lo ideal sería encontrar una librería pequeña, de las de toda la vida, la tienda de un librero con vocación. Suena romántico ¿Verdad? Una amiga que vive en Madrid, me habló de una pequeña librería en la que hasta te puedes servir un café mientras das una vuelta tanteando los estantes repletos. No recuerdo si los libros eran nuevos o de segunda mano pero si algún día me decidiera a ir a la capital, sería uno de los sitios que no dudaría en visitar. En mi caso no he encontrado ese pequeño paraíso aquí, en Zaragoza, pero no tengo motivo de queja.

No sé si es cuestión de suerte, pero el personal de la Fnac que me atiende es estupendo. Quizá es que les gusta lo que hacen, quiero suponer que sí y que eso se nota y revierte positivamente en el cliente. Sólo sé que cuando les pregunto por algo, no les suena a chino, y que he llegado a entablar alguna que otra conversación agradabilísima. Uno de los dependientes de la sección de DVDs, me ha proporcionado un par de direcciones muy interesantes de videoclubs donde encuentro películas descatalogadas. Gracias a la información, he podido hacerme con alguna copia en VHS.

Es allí, en la Fnac, donde realizo parte de mis compras navideñas. Nunca he tenido problemas para hacer algún cambio cuando no acierto y regalo algún libro repetido, o si alguna película sale defectuosa.

Reflexiono sobre estos detalles después de haber ido al Carrefour. He observado sorprendida que venden libros al peso, y en la zona de atención al cliente, avisan de que para proteger los derechos de autor sólo se cambian los libros y películas defectuosos por otro ejemplar del mismo título. No sé si es que en la otra tienda se fian más de la gente, o si hay personas que le echan tanta cara que se ha hecho necesario adoptar esas medidas; sus razones tendrán. En todo caso, mejor nos abstenemos los despistados... por si acaso.

jueves, diciembre 01, 2005

Daltónico

Fotografía: Adam Jones (c)

A Diego había que regalarle flores amarillas, había dicho mi padre. Su amigo veía los colores rojo y verde como si fueran gris.

Me dio pena y me pregunté si su gris, el gris de Diego, sería el mismo que el nuestro. Creo que no, creo que el pobre estaba hecho un lío y por eso besaba a mi padre en la boca, aunque sólo era un amigo. Mi padre me dijo que sólo era un amigo...

Nana de espuma y otros sueños agridulces

Tana Guiance (c)