El último día del año...
... comienza temprano, todavía no hay luz. Ni siquiera Balzac se ha despertado. Me arrebujo bajo el edredón sin moverme, y pienso en este año que está a punto de acabar y en lo que durante él me ha sucedido: lo que he encontrado, lo que he perdido...
Anne Finger escribió: "En parte, superar algo consiste en saber que nunca terminarás de superarlo". Nunca. Eso es mucho tiempo, pero quizás tiene razón y el quid consiste en no intentar superarlo, sino en aprender a vivir con ello.
En ese preciso momento, Balzac decide que ha llegado la hora de los mimos. Sus bigotes tantean con cuidado mi cara y se tiende a mi lado. Pone su cabecita en mi cuello, ronronea y mulle mi cabello con cuidado.
La luz se va filtrando por las rendijas de la persiana y la casa y sus habitantes se van depertando. Me sacudo la modorra del ronroneo y el calorcito de mi cama, y preparo un té con especias: pimienta negra, canela, cardamomo, clavo..., lo bebo a sorbitos mientras leo uno de los relatos de "El síndrome de Chéjov", de Miguel Ángel Muñoz. Doy gracias mentalmente a Miguel Sanfeliu que lo recomendó en su blog y a la amiga más antigua que conservo, que me lo ha enviado como regalo de Navidad.
Después de la lectura, recojo la mesa y me siento preparada para hacer lo que el resto de los días: vivir.