El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

martes, febrero 28, 2006

Moncayo


Duerme el guardián de los ensueños de Becquer. Durante su reposo, cae la nieve. Amortiguados los sonidos por el blanco manto, apenas siente sobre él los pasos leves de la mujer que burbujea en risas y va descalza.
Suspira él y una gélida brisa recorre la ladera. Los árboles susurran con voz queda y alguna hoja se desliza blandamente en remolino hasta el suelo. Un mundo de cristal, como el que guardan esas bolas que nos daban y agitábamos de pequeños.

Hoy no hay pájaros que alboroten con sus trinos, todo está en silencio. Silencio... Esta mañana, tampoco se ha levantado el Cierzo.

martes, febrero 14, 2006

Desde el ciber, con amor



Hace un tiempo, me reservé una poesía, prometiendo a Pirata que la escribiría cuando llegara la fecha oportuna. Hoy es ese día. Para todos aquellos que amáis, a vuestros perros, madres, parejas, hijos, gatos o cacatúas, para que sepáis que cualquier día es bueno para celebrar San... Ballantine´s.

CATORCE DE FEBRERO

¿Y si, por una vez, fuéramos como los demás?

Me regalarías flores, unos pendientes,

un libro o un colgante,

la pulsera de mis sueños

-plata antigua, mascarón de proa de barco pirata-

o el anillo de mis pesadillas

-papal, reverente, con una piedra

muy gorda, púrpura y casi obscena-.

Podría enfadarme por la tostadora

-nunca como tostadas-

o por la licuadora

-odio los zumos, tan sanos y coloridos-

y gritarte que eres un egoísta.

Pero nunca hemos gastado en regalos impuestos.

Hoy, tampoco.

viernes, febrero 10, 2006

Des-enred-ada

Dicen que es bueno experimentar nuevas emociones. Yo lo estoy haciendo en estos momentos.
Para aquellos que quizás estéis sorprendidos por mi silencio -blogueril y personal-, debo deciros que escribo desde un ciber. Es mi primera vez y... no lo estoy disfrutando demasiado. He llegado a este punto porque no he tenido más remedio. Llevo toda la semana sin la CPU. Al final, y pese a que no me hicieron mucho caso cuando lo dije, parece ser que tengo un problema de incompatibilidad de la placa base con algún otro elemento -a tanto no llego-. Siguen investigándola.
Yo ya sabía que este local era un tanto cutre porque un día, hace ya mucho, vine a recoger a mis hijos. Así que, si os preguntáis qué hago aquí, con dos niñatos de no más de trece años fumando a mi izquierda y un tío, al bies, que navega de página porno en página porno, sólo puedo deciros que: Escribir. Que ha sido más fuerte el latido que me ha impelido a salir en una tarde gélida y ventosa, para contaros que os echo de menos y que sigo aquí, que el suave calorcillo y el libro que me arropaban en casa.
Vale. Ya he dicho lo que he venido a decir. Espero que la semana que viene se solucionarán mis problemas informáticos. No sé si hace más frío fuera que dentro pero, realmente, ya no siento las manos.
Bicos, bicos, bicos, bicos, bicos, bicos, bicos...

La fiesta de la luz


Desde la Edad Media, la fiesta de la Candelaria, es aquella en la que se bendicen las velas que los parroquianos guardarán en sus casas como un símbolo, deseando que la "Luz Divina" guíe sus pasos.
La Candelaria se considerá también el punto medio del invierno. En las oscuras y frías mañanas invernales era necesaria la luz de los candelabros; y surgió la costumbre de que, en ese día, las mujeres hicieran inventario de sus "reservas de luz", reponiendo en la despensa las velas que todavía habrían de hacer buena falta.
Algo de magia encierra la llama de una peueña vela. ¿Lo habéis notado?En uno de esos extraños días en los que se interrumpe el suministro eléctrico ¿Qué sucede?
Tanteamos, contrariados, hasta alcanzar las cerillas o un mechero y rebuscamos en algún cajón la vela que permanecía olvidada o, si os parecéis a mí, echamos mano de cualquier candil, candelabro o vela colorida con los que gustamos de adornar nuestros hogares. Los contornos de lo que nos rodea, se alteran, cualquier sonido nos sobresalta y la imaginación campa a sus anchas, desbocada, como si disfrutara de una libertad sin límites, sin su brida de brillantes vatios.
Si estamos acompañados, nos reunimos en torno a la luz, hasta casi rozarnos, y las conversaciones son pausadas, íntimas...
Me gustan las velas: altas y burdeos, anaranjadas y cilíndricas, torneadas, de un azul marino casi negro, incluso esas pequeñas que utilizo para mantener mi taza de té caliente.
Habrá quienes conozcan la fiesta de la Candelaria con sus connotaciones cristianas y si deciden contarlo, tendrán razón. Pero para mí, que me declaro agnóstica y que disfruto creando mis propios rituales, es mi fiesta de la luz.
Hoy no es ese día, pero podría serlo. No hace falta que sea una fecha concreta. Sólo elige la vela que más te guste. Enciéndela. ¿Notas su calor? Disfruta de "tu propia fiesta".

miércoles, febrero 01, 2006

Buscando entre nenúfares



Hace relativamente poco, os hablé de mis problemas informáticos. Conseguí, finalmente, poner el ordenador en funcionamiento y recuperé mi conexión de carretera comarcal, a caballo de mi humilde modem de 56Kbs -esto quiere decir que sigo esperando por la línea ADSL, según me indican en atención al cliente, porque telefónica no acaba de conceder la portabilidad de mi línea-. Aún tengo muchos programas sin instalar y voy funcionando con el mínimo. Poco a poco, a ratos perdidos, voy echando mano de los discos de rescate para recuperar aquellas imágenes, canciones y textos que necesito. Pero pronto me di cuenta de que había cometido un error imperdonable: había olvidado guardar las direcciones de las páginas que atesoraba en Favoritos.

A base de ir metiendo tiempo y saltando de enlace en enlace, he conseguido recuperar los lugares a los que acudía asíduamente. Unos fueron relativamente fáciles porque se me habían grabado en la memoria, otros me costó más encontrarlos -y confieso que entretanto tenía en mí un comecome que no me dejaba en paz- y aún así, hay uno que echo de menos y no consigo localizar. He encontrado el link, pero no me funciona. Quisiera saber si sólo me sucede a mí. Ya lo he intentado todo y nada, no tengo modo de localizar ese estanque. Estoy hablando de Lubidulia y sus nenúfares. Yo no sé si entre los que me leen haya alguien que siga en contacto con ella; si lo hubiera... por favor, que le diga a Lubidulia que la echo en falta, y que no desespero de volver a encontrar algún nenúfar suyo sobre el que saltar con el resto de las ranas. Entretanto, me conformaré con quedarme sentada en una roca, a ras de agua.

Nostalgias

Romanced by those Teapots de Glenda Borchard
Esta tarde me telefonearon desde el pueblo para decirme que el viejo doctor había muerto.
Decidí prepararme un té que me entibiara el alma pues la sentía, de repente, algo más vacía, solitaria.
El perfume del earl grey, con su antigua magia, me trasladó a las tardes felices de mi niñez, a la casona del doctor, en la que mi madre trabajaba; a aquellas exquisitas meriendas de infusiones y tartas, servidas en el fino juego azul y blanco de porcelana. Él leía y comía distraído, yo guardaba silencio e imaginaba historias mientras dibujaba en la escarcha de la ventana.

Nana de espuma y otros sueños agridulces (c) de Tana Guiance

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