El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

viernes, septiembre 30, 2005

¿Qué le vas a contestar?

Hace veintidós años el otoño no tuvo cabida en el mes de septiembre. El día de San Miguel se celebró la tradicional danza de las espadas en Marín, como cada año. Pero aquel año, el 83, fue especialmente soleado y las faldas, camisas y pantalones blancos de los bailarines, relumbraban al sol animados con el azul cielo del fajín.
Pasé la tarde en la playa, meditando. Tomar el sol no me interesaba especialmente pues acababa de regresar de mi primer contacto con el Mediterráneo, convertida en un conguito.
-He pensado que si quieres... podríamos salir juntos... ir al cine, a bailar...
Escuchaba su voz una y otra vez en mi cabeza. La petición velada que no me había pillado de sorpresa.
-¿Te ha pedido Andrés que salgas con él?
Me pareció una pregunta demasiado personal para venir de la amiga de una simple conocida que acababa de liarse con otro de los chicos de la pandilla.
-No... ¿Por?
-Porque te lo va a pedir ¡Ya verás! -y añadió- ¿Qué le vas a contestar?
Tanta indiscreción ya me pareció excesiva.
-Lo que tenga que decir, se lo diré a él.
Le contesté que me lo tenía que pensar, y su cara se tiznó de desencanto. No, no quería hacerme la interesante. Yo tenía dieciséis años y apenas había tenido algún escarceo romántico con un par de compañeros de instituto -tan pánfilos e inexpertos como yo-. Algo me decía que aquel chico menudo, fibroso, de grandes ojos pardos, el que me abría la puerta y me ayudaba a colocarme la chaqueta sobre los hombros -una caballerosidad anticuada que ya no se estilaba- era especial.
No me equivoqué. Hace hoy veintidós años, le dije que sí y creo que fue la mejor decisión que tomé en mi vida.
Cada año, celebramos que seguimos saliendo juntos y que, pese a todos los pronósticos, los flechazos de discoteca... también funcionan.

domingo, septiembre 25, 2005

Nada te turbe



Estos días, con la espalda al sol, he estado acompañada por este libro: "Nada te turbe", de Susana Pérez Alonso. Me he reído mucho con él.

"Nada te turbe es el propósito que una mañana se hace Catalina Béjar de Prado. Catalina es una mujer progresista hasta donde le conviene. Ahora, en la cuarentena, se siente permanentemente turbada. ¿El problema? Su casa, su hija, su marido, su trabajo, su madre, su hermana, su amante, la mujer de su amante, la política, la globalización, la anorexia, los gimnasios... Catalina es una mujer maravillosamente anormal en un mundo reglado, demasiado sumiso para la fiera que lleva dentro.

CREDO DE CATALINA BÉJAR DE PRADO

Creo que si no te gusta la ópera no debes suicidarte socialmente, puedes decirlo tranquilamente y en voz alta. Yo, en la ópera me duermo. Un aria cantada por María Callas puede hacerme llorar, pero una ópera entera me dormiría. Otra cosa es el ballet y la zarzuela.

Creo que si tu hijo quiere ser cocinero, fotógrafo, fontanero, carpintero... es una persona tan maravillosa como su primo que quiere ser ingeniero electrónico. Lo importante es que sea un buen profesional y sobre todo feliz.

Creo que los hombres y las mujeres somos diferentes. Doy gracias por ello.

Creo que ser ama de casa es una profesión tan honorable como cualquier otra. Odio la expresión maruja.

Creo que los escritores que se sienten superiores por serlo son unos mentecatos presuntuosos. Escribir es como tallar madera o ser sastre; no más, no menos. El entusiasmo y el trabajo bien hecho es lo que importa.

Creo que un ramo de flores exóticas no está mal. Un ramo de hortensias en un tarro de cristal, maravilloso.

..."

La verdad es que los textos con puntito de ironía me encantan. Hay muchos títulos que hablan en clave de humor de las cuitas de las mujeres de hoy en día, pero casi todos los que había visto hasta ahora estaban escritos por mujeres extranjeras. Haciendo memoria... quizás la precursora fue Carmen Rico Godoy con su libro "Como ser una mujer y no morir en el intento", pero me ha encantado encontrar a otra autora española que ha escrito un libro actual y entretenido como este. Ideal para las tardes en la playa o los desplazamientos en autobús.

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domingo, septiembre 18, 2005

Despidiendo amaneceres

fotografía: Tana Guiance
He vuelto y de nuevo voy a ausentarme. La última escapada larga de este -aún- verano.
No sé si lo pensé o lo dije en estos días pasados: tengo el cuerpo de otoño.

Uno de mis problemas es este: digo lo que pienso, pero como en ocasiones me planteo salvaguardar mis pensamientos, y me asaltan dudas sobre la conveniencia de desnudarme tanto... acabo no sabiendo si he dicho algo, o sólo lo he pensado. A pesar de ello, de mi cuerpo que tiene un sentir extraño estos días, disfruté de la anterior escapada a Jávea. Sabía que no sería la última -ya teníamos esta segunda programada- así que, viví. Sin más.

Dormí poco. Lo justo. Dormir cuando tengo cerca el mar, me parece una pérdida de tiempo. No puedo evitarlo. Desde mi ventana sólo oía eso: el sonido del mar y el canto de los grillos. Me acostaba entre la una y las dos de la madrugada y a las siete estaba a pie. La hora justa para contemplar los colores del cielo.
Esta vez, despediré amaneceres y saludaré ocasos. No me importa qué fecha sea el miércoles. Sólo sé que para mí, ese día, se acabará el verano.

martes, septiembre 13, 2005

Enseñanzas

Fotografía de Andrew Dawson (c)
ENSEÑANZAS
Si gasto todas mis fuerzas desviando la corriente,
si meto en tu boca algas para que estés sano y fuerte...
dime, pececillo mío ¿Qué harás si me hallo ausente?
Esto es el mar, pescadito, esto no es una pecera
-ese chalet de cristal donde la comida llega desde el cielo, cual maná-.
Te enseñaré dónde están los corales más jugosos,
las cavernas más profundas, el lugar para el reposo,
dónde el sol, hendiendo el agua, juega a ser caleidoscopio...
Te enseñaré cuanto sé
¡Y me parece tan poco...!

Tana Guiance


martes, septiembre 06, 2005

Escapada



Me voy unos días. Colocaré con calma las cosas en la maleta. Una maleta pequeña, para dos. Se me hace raro. Ya estamos en septiembre. Parece que es hora de volver a la rutina y prepararse para el otoño; pero la rutina y yo hemos sido compañeras casi todo el verano y ahora me toca quebrarla con los cantos rodados -que suenan a risa y a burbuja- de esta cala.

Lo primero que he escrito en la lista de lo que nos tenemos que llevar es "protector solar". Mi marido ha añadido: snorkel y gafas. Son míos y están aún por estrenar. Voy preparada para enfrentarme a todo el azul, en cielo y mar.

Él sabe que soy medio bruja, pero no lo sabe todo. ¡Está tan ilusionado con enseñarme el fondo marino..! Que no he querido desilusionarle diciéndole que lo conozco bastante bien, que fui una sirena abisal hace tiempo. Claro que... esa es otra historia.

El viaje

En el tiempo de algodón de mis insomnios,
disecciono las horas de mi vida.
Me despierto con sensación de urgencia,
como el que ha olvidado algo vital,
y comienzo la caza
de las horas perdidas.
Me doy pronto por vencida.
No cambiaría nada de mis días.
Me levanto con sigilo y camino descalza por la casa.
Asomada a la ventana,
veo ondear sábanas en los tendales,
sudarios de la noche que agoniza.
Nunca notas mi ausencia en la cama
y te deseo buenos sueños,
esos que se me escurrieron
entre los dedos
por el camino
y que ya no encuentro.
Oigo acercarse al tren del alba,
su silbato, mi llamada,
y me veo en la litera,
atisbando por la rendija de luz
de una cortina mal cerrada,
leyendo al pasar los nombres
de los pueblos que cruzamos.
Por la mañana los busco en un mapa
y observo que ese tren de libertad
me trae de nuevo a casa;
pero el viaje no termina
y me pregunto si cuando llegue a la estación
estarás allí, esperándome,
o me tocará cargar con la maleta vacía.

Tana Guiance