El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

martes, diciembre 13, 2005

La última noche I

Intento dormir sobre el costado derecho mientras con la mano izquierda me agarro al borde del somier ¡Este puto somier vencido en el centro! Es como esa grieta que se abre en la tierra tras un terremoto y se va tragando inexorablemente a todo el mundo. Hombres, mujeres... todos intentan agarrarse y acaban sucumbiendo en las entrañas de esa boca abierta. Lo he visto en las películas. Esta noche me toca a mí. Si me duermo, si dejo de agarrarme, aunque sólo sea un instante, resbalaré hacia el centro y aplastaré a mi prima Isabel. La culpa no es del mueble, que ya tiene muchos años, demasiados..., la culpa es de ella, de mi madre. ¡Dónde se ha visto tres mujeres adultas durmiendo en un sofá cama!
Mi habitación había sido la envidia de todas mis amigas. Su moqueta color champagne y los muebles blancos: la cama, la estantería, la mesilla de noche, el escritorio, el armario de cinco puertas, el espejo... toda ella envuelta en reflejos de oro viejo.
“¡Qué suerte ser hija única! ¡Una habitación para ti sola, sin hermanas molestando a todas horas!”... ¡Qué poco sabían!
Sobre la estantería lucía un juego de té de porcelana precioso, también blanco con pequeñas florecillas rosas, era intocable. Sólo en días especiales me permitían jugar con él porque es muy delicado y podría romperse. El armario estaba casi lleno con la ropa de mi madre. El escritorio no podía usarse, no cabían las piernas bajo él. En su cajón grande guardaba yo mi diario, un diario sin llave, hasta que comprendí que no estaba a salvo. Dejé de escribir. En el espejo se observaba cuidadosamente mi madre cada mañana mientras yo huía del reflejo temiendo convertirme en Blancanieves. Mi cama. era cómoda pero ¡la había usado tan poco! Sé que la disfruté en algún momento. Recuerdo haberme dormido arrullada por el sonido del agua que brotaba directamente de la piedra. Sólo desde mi habitación podía oírse y sólo desde allí podía verse la tapia que rodeaba el cementerio, esa que brillaba tanto con la luna llena.

Creo que perdí mi habitación cuando se fue papá. Fue en octubre. Lo recuerdo porque el sonido del agua llegaba amortiguado por las hojas caídas del platanero. Me pasaba horas ante la ventana viendo discurrir el agua sobre los colores del otoño. ¿Cuál había sido la excusa?... mmm, ¡Ah, sí! ¡El ahorro! Había que recortar gastos y era más barato calentar una sola habitación. Así fue como pasé a dormir con mi madre, ocupando el lugar de mi padre en la cama. Y así fue como perdí mi habitación. No recuerdo la excusa del verano, sólo sé que ni siquiera en los calores del estío pude regresar.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tana, me ha conmovido tu relato, no sé si es real o ficción, tampoco importa, he visto la habitación y sentido el ruido del agua, describes de manera minuciosa, haces que quien te lea, sienta todo eso que cuentas.
Lástima desperdiciar tan bella habitación..
Besos.

4:33 p. m.  

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