
Abogo por una escritura sencilla, incluída la poesía; que no necesite de una explicación o un diccionario para entenderse. Realmente eso de la "simbología" me queda grande, de verdad. Tampoco pretendo criticar a los que adornan sus escritos y los preparan para literatos del calibre de Sánchez Dragó. Tiene que haber literatura para todos los gustos.
Recibí el consejo de escribir con mensaje. Concienciarme de cómo está el mundo y comprometerme a escribir con seriedad. Sentí una pesada carga sobre mis hombros. Me queda grande esa tarea. ¿Por qué tengo que ser "
Pepito Grillo"? Tengo bastante con ser una pequeña conciencia en mi hogar. No quiero más responsabilidades de las que ya tengo, no, gracias.
El consejo y la consiguiente charla concienciatoria me dejaron un tanto confusa y deprimida. ¿Había entendido bien lo que se me quería decir? ¿Es que si no escribo con mensaje oculto carece de valor aquello que escribo? Manuel Rivas, sin saberlo, acudió en mi ayuda durante la lectura de su libro "
Mujer en el baño". En el primer capítulo, precisamente el que da título al libro, nos habla de lo que ve en un cuadro titulado del mismo modo; un cuadro perteneciente al
arte pop que se puede visitar en el Museo Thyssen, en Madrid.
«Lo que nos dice el cuadro es, a veces, diferente de lo que nos dice el autor. La voz del cuadro, además, va cambiando con el tiempo. En años, pero también en horas, en minutos.
La mujer en el baño, la madonna pop, sonríe y yo le digo lo que de ella dijo su pintor, Roy Lichtenstein. Le digo que nace simplemente como «una experiencia de comunicación visual» en la que el mensaje y la intencionalidad social no existen. Eso fue lo que dijo explícitamente sobre esta obra. Comprendo que pueda resultar duro decir esto a una mujer, o a cualquiera. Tú eres una imagen sin mensaje. Lichtenstein siempre rechazó una intencionalidad social o crítica. Incluso cuando se le suponía una mayor intención irónica, un doble sentido en sus creaciones, por ejemplo las que muestran escenas de guerra, aquellas inspiradas en las viñetas, en los cómics, en los tebeos de hazañas bélicas, y que la mirada puede interpretar como alegorías pop de la violencia, del choque brutal, del drama de la época. Él lo niega; incluso cuando su obra es utilizada como símbolo en protestas pacifistas, él niega esa intencionalidad. Por supuesto, no es que fuese una persona insensible. En absoluto. Lichtenstein afirma con claridad que es pacifista, que conoce muy bien las brutalidades de la guerra. Él mismo participó en una gran guerra. Y participó, aclara, «como cualquier otro». Los testimonios biográficos de Lichtenstein tienen el estilo de su arte. Él se define como una «persona corriente», de esa gente corriente a la que Dios estima tanto y por eso, como decía Abraham Lincoln, tanta hizo. Tanta gente corriente. Roy se identifica con esa condición de persona normal, de persona corriente, nacida en familia de clase media y con una infancia más o menos feliz. »
Todo cuanto se dice en este capítulo sobre los cuadros puede ser aplicado a la escritura. Que no escribas con un mensaje consciente no quiere decir que los lectores no encuentren en tus escritos mensaje alguno.
¡Muchas gracias, Manuel Rivas! Nunca me había sentido tan orgullosa de ser una persona normal, una persona corriente, sólo una persona que ama las palabras y juega a hilvanarla para hacer un collar. ¿Alguien lo quiere? Se lo presto para las verbenas de este verano en su pueblo.