Soy fiel por naturaleza: a mis amigos, a mi marido, a lo que me cuentan, a lo que creo que es correcto, a los colores básicos de mi guardarropa, a la ciudad que me vio nacer, a aquellas por las que transité y a la que me ampara en estos momentos; al pueblo en el que pasé mi infancia y al otro pueblo en el que la revivo -diferentes ambos pero la misma sensación de "estar en casa"-. Y es por eso que me cuesta reconocer que a veces, y aunque sólo sea en una única cuestión, he sido infiel... y lo seré de nuevo. No puedo evitarlo. Esto de la infidelidad debe ser como muchas otras cosas, que decimos que no nos gusta y en ocasiones es porque no lo hemos probado lo suficiente. Durante años fui totalmente fiel al Océano Atlántico. Su olor, su calma, sus rabietas, su fuerza, su profundidad, su bravura... Mi primer intento de infidelidad con el Mediterráneo, no me dejó buen sabor de boca: demasiada sal, picores en la piel, caminar y caminar sin llegar a sumergirme del todo, la sensación de estar nadando en una sopa con tropezones de rosadas medusas... Pero repetí. Y el sabor mejoró. Necesito algo de tiempo para ajustar el paladar a nuevos sabores. Esta vez, no noté tanto la sal. La piel agradeció la humedad de la caricia, la temperatura agradable... caminé y fui acostumbrándome. Esta vez el levante me enseñó una cara más agreste de su mar. Y me gustó. Me gustó tanto, que con la facilidad que me da mi situación geográfica, estoy dispuesta a repetir una y mil veces, todas las que tenga oportunidad. Eso haré este largo fin de semana que, para mí, comienza hoy. Y a pesar de ello..."
El Mediterráneo dormido es un espejo de acero.
El sol nace tímido, como pidiendo permiso;
una enorme naranja envuelta en un velo de luz
y papel de seda.
Pero yo perdí mi alma en el País de las Brumas.
El Mediterráneo despierta, sopla el poniente
y un rizo de espuma escapa del espejo.
Playas interminables, sol ardiente...
Pero yo perdí mi alma en el País de las Brumas.
El mediterráneo tiene su perfume:
picantes geranios, dulces azahares,
tomillo y romero de sus roquedales...
Pero yo perdí mi alma en el País de las Brumas.
Se quedó enredada en ramas de eucalipto,
se quedó prendida en perfume de acacia,
se sintió embrujada entre los castaños,
voló con gaviotas siguiendo a la Luna,
el bravío Atlántico la tiene hechizada
y mi pobre alma, se perdió en sus brumas."
"El alma perdida". Tana Guiance