Gracias a los que liberan libros
Desde que oí hablar de ello me ha parecido un acto digno de ser imitado: liberar libros, dejarlos así, como quien no quiere la cosa, a la aventura, que unas manos desconocidas los rescaten, que otras mentes los disfruten. A lo mejor son libros que ya hemos leído, a lo mejor los liberamos por falta de espacio, o porque sabemos que no vamos a volver a dedicarles nuestro tiempo; o puede ser que hayan sido inapropiados para nosotros pero puedan alegrar el día a algún extraño. Ayer fui yo la afortunada. Sobre el contenedor de unas obras muy céntricas, amorosamente colocados, sin un ápice de polvo, descansaban una guía de los vinos de España y una guía de gourmets. Da igual que no sean de este último año, para darme una idea general, servirán. Así que, desde aquí, quiero dar las gracias a todos los que hacen posible que alguien reciba una agradable sorpresa como la que yo recibí ayer por la mañana. ¿Y tú, te animarás a liberar alguno?