
He estado ausente una semana, una semana difícil. El domingo pasado, mientras preparaba nuestra inminente partida hacia la playa y el relax, Chelsea también se despedía; un adios discreto, como hace la buena gente, aquellos que son todo corazón y no pretenden dar la lata a nadie con sus penas y sus males. No me quedó cuerpo de ir a ningún lado, pero las vacaciones no eran sólo mias...
Me fui a llorarla a la orilla del mar, entre brisas y retumbar de olas. Las lágrimas parecen hechas para los días de lluvia pero el sol no consiguió frenar las mías. No recuerdo haber llorado tanto. Nunca. El Mediterráneo ha tenido un sabor agridulce estos días, si lo habéis notado..., echadme a mí la culpa.
2 Comments:
culpa ninguna,es el mar el que ha de estar salado,no ha de tener pena la buena gente.Si has de llorar hazlo hasta que consigas sonreir de nuevo...
mucho ánimo Tana
besos
Gracias Max
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