El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

lunes, septiembre 25, 2006

Las penas con pan son menos. 20-9

Lo creen convencidos y entre los tres, lo mejor que pueden, lo llevan a la práctica. Tengo los horarios totalmente trastocados y aunque los días se me hacen largos, me da la impresión de que estoy “en un pienso”, vamos, que no hago otra cosa que comer. Pan recién hecho para el desayuno, mantequilla, mermelada, quesos, embutidos, zumos y té. Picoteo lo justo. Toma un poco más, me dicen, que no comemos hasta las tres y la mañana es larga.
Me voy antes de que amanezca. La mayoría de las veces mis pasos me conducen a Cala Blanca. Tengo poco más de un kilómetro de paseo hasta allí. Así que, para cuando regreso con el pan del Austriaco y algún cruasán –que no oso ni probar-, llevo caminados mis tres kilómetros mañaneros. No es mucho, pero peor sería no caminar absolutamente nada y quedarme contemplando el mar y la salida del sol desde la terraza del ático, una opción muy apetecible. Pero me obligo. Me impongo el salir y mover las piernas y cuando llego al final del camino y ya sólo quedan el mar inmenso y las rocas, me regalo enviar el mensaje a algún amigo para ponerles al tanto, para no tener que repetir a todos cuando regrese, la historia de la que ya no está, no tener que revivir de nuevo su final; la mesa fría de aluminio pulido, su cabeza apoyada en mi brazo, la anestesia, sus ojos que ya no volverían a abrirse, la sobredosis, los temblores de su cuerpo, su pelo suave en mis labios, tantos últimos besos, y el frío que se la llevo a ella y se me ha quedado por dentro.

Vamos a la Cala del Portitxol, a la Playa del Portet, en Moraira, o simplemente al Arenal, que tenemos frente a la casa. Llevo lectura y no me concentro, garabateo líneas inconexas en un cuaderno con las que intentaré conseguir algún texto coherente que colgar en mi bitácora. Llega la hora de comer.

Vamos a un restaurante casero cerca del puerto ubicado en una casa muy pulcra, a pie de calle, blancas paredes en el comedor, blancos azulejos decorados en azul alicatan hasta el techo su cocina. Comemos en una terraza a pie de playa, sardinas a la plancha, fritura de pescados, chopitos... Sonrío, sonrío mucho, aunque la mitad de las veces no me entero de lo que hablan, así no me preguntan en qué pienso, así no me dicen que tengo que estar bien, que a ella no le habría gustado verme así. Lo hacen con buena intención. Su intención siempre es buena. Pero no me consuela.

La hora de la siesta. Me duermo agotada, ya no hago ruido cuando lloro. Las lágrimas se deslizan mansas. Pienso en la manta de cuadros roja, esa manta tan dulce que cojo en casa para taparme cuando me echo sobre la cama y la veo a ella, pegando saltitos y conduciéndome hasta el dormitorio, la veo como se sube de un salto y se hace una rosca en el hueco que se forma en mi regazo, descanso con un brazo sobre su cuerpecito suave, sintiéndola respirar, compartiendo calor y compañía.

Les gusta cenar temprano. Demasiado temprano. Pienso que ni siquiera hemos digerido correctamente la comida del mediodía, pero invariablemente nos espera la cena con unos amigos en el paseo marítimo, la pantagruélica barbacoa buffet en el ático, la visita a un par de restaurantes estupendos..., lo hacen por mí. La comida está exquisita, tendré cosas que comentar en mi “rincón del gourmet”.

Esto no habrá terminado hasta que regrese a casa. Todavía sueño que he tenido una pesadilla horrible y ella me estará esperando cuando abra la puerta. En vez de ello, se agazaparán en la entrada la soledad y el hambre. Tendré que obligarme a cerrar la espita de mis lágrimas y mi estomago de nuevo. No va a ser fácil.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Animo y re-vive tu día a día para que los recuerdos se vayan integrando en él. Un besote.

7:48 a. m.  

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