El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

domingo, junio 04, 2006

Depresión

Desde la habitación de Lolita se veía, en lo alto de la loma, la tapia encalada del cementerio. Han pasado años, pero todavía recuerdo el silencio que se instaló en casa tras su muerte. Las únicas risas permitidas eran las de Puerto, que apenas tenía dos años, y restallaban como latigazos en aquel vacío. Mamá no hablaba apenas y Elena, intentando suplir en lo posible a nuestra hermana mayor, se había hecho cargo de la pequeña sin que nadie se lo pidiera.
-Ahora eres el hombre de la casa -había dicho mi padre al embarcar-, cuida de tu madre y tus hermanas.
¿Cómo se puede cargar una responsabilidad así sobre un niño de catorce años? Me lo tomé al pie de la letra. Elena pasó a ocuparse también de la casa y la comida. Mamá dormitaba todo el día y si se levantaba era para sentarse junto a la ventana desde la que Lolita había visto transcurrir sus últimos días y acunarse a si misma con un ¡Ay! ¡Ay! casi inaudible. Elena y yo parecíamos una pareja de enanos con Puerto en medio.
La primavera pasó sin pena ni gloria y el verano se iba escurriendo dejándome apenas un olor a mar -impensable hacer una escapada a la playa-. Las hermanas de mi padre, solteronas asustadizas de cara afilada y ojos inquisitivos, venían al terminar de comer, con la excusa de acompañar a mi madre. Todos teníamos que rezar el rosario del Padre Peyton que, decían, hacía permanecer la familia unida. Hoy me río de eso y de muchas otras cosas, pero en aquel momento parecía algo importante, al menos para mi madre.
En casa el ambiente seguía siendo asfixiante. Si se nos escapaba alguna carcajada al jugar, o al hablar con los vecinos, mi madre nos dirigía una mirada que era puro hielo; no hacía falta más para callarnos.
No había esparcimiento posible. Así era el luto. Cada fin de semana venía mi padre y el ambiente se relajaba un poco, lo justo. Pero seguía siendo también mía la obligación de acompañar a Dorinda y Asunción a su casa, cada atardecer. Impensable que dos mujeres de su condición circularan a aquellas horas sin compañía. ¡Qué iba a decir la gente!
Lo que más rabia me daba de esto, es que mi rato de esparcimiento en el Cine Quiroga se veía siempre interrumpido. No podía ver ninguna película hasta el final y era mi primo Berto el encargado de contarme los desenlaces al día siguiente.
-No lo entiendo. Tú eres mayor que yo y siempre tienes que estar en casa antes.
-Ya sabes, las tías, que tengo que llevarlas hasta su casa.
-¿Y no se pueden esperar un rato? Total... si no van a ir solas...
-¡Ya! ¡Dile eso tú a mi padre...! No están las cosas en casa como para...
Mi último día en los cines coincidió con la proyección de Gilda. Yo veía el reloj. Los minutos pasaban inexorables. Mi hora se acercaba. Pero no quería, no podía, irme sin ver la desnudez de aquel brazo del que tanto había oído hablar.
El bofetón que me dio mi padre por llegar tarde, resonó igual que el que vi en la pantalla y no pude por menos que comparar ambos: el de ella tan sensual, la melena tapando a medias su rostro ladeado; el mío, sin ningún tipo de glamour dejándome en la boca un regusto acerado.
-¡Despídete del cine! ¡Estás castigado!

Tana Guiance

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3 Comments:

Blogger Miguel Sanfeliu said...

Hay películas que bien valen una bofetada.
Me gusta cómo escribes.
Te seguiré leyendo.

12:25 p. m.  
Blogger Max Estrella said...

Buenísimo...me felicito porque Tana ha vuelto y con fuerza...un placer leerte.
El relato genial.Yo recuerdo algún pescozón por haber hecho cosas así y recuerdo la sensación entre la rojez y calor de mi cocorota y el dulce sabor de haberme salido con la mía por algo que mereciera la pena ver o hacer.
Bicos

9:25 a. m.  
Blogger Tana said...

¡Gracias por tu amable visita, Kafka! En breves, también yo me doy un salto :)
¡Maxxx! (jajaja me ha quedado un nombre muy exxxcitante)¡Me ha alegrado un montón tu visita!
Así, entre nosotros, el "relato" parece ser -según la teoría y las reglas del relato- que falla en el desenlace. Tiene principio y nudo... pero que debería haber un cambio en el personaje. Y no lo hay. Ayer me proponían que se rebotara contra el castigo paterno, pero no acaba de convencerme. Ya veré qué hago con él -si es que llego a hacer algo-. Un bico!!

1:11 p. m.  

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