El recuncho de Tana

Todos necesitamos un lugar propio. Un sitio seguro desde el que asomarnos a esa niebla en la que nos arriesgamos a pescar dulces sueños... o ácidas pesadillas. Éste es el mío.

Nombre: Tana
Ubicación: Zaragoza, Spain

Érase una vez una mujer que buscaba. Encontró la perfección en la combinación de las palabras y el silencio. Y por eso, siempre estaba acompañada de libros. No renegaba de sus rarezas, se complacía en ellas. Era un poco desastre, pero auténtica. Sí, yo soy ella. A veces dura, a veces tierna... siempre imperfecta.

sábado, octubre 22, 2005

Culpables (1ª parte)

Todo comenzó a torcerse en el momento en que nació la niña. No tuvo más que ver con qué delicadeza la cogió en brazos su marido; cómo le susurró lindezas en cuanto la trajo la enfermera. El padre parecía fascinado con la criatura. Ya lo decía su abuela: los niños pertenecen a las madres, las niñas, a los padres.
Las atenciones eran para la recién nacida. ¿Y ella, qué? Estaba agotada, tenía náuseas y el cuerpo dolorido. Cada vez que abría los ojos ahí estaba él, con su cara pegada a la de la niña. Pudo ver la minúscula mano junto a su cara. La primera caricia, para su padre. Una sensación de vacío se instaló en su pecho. ¿Así iban a ser las cosas de ahora en adelante? ¿Habrían cambiado las prioridades?
Casi se alegró de viajar a España para dejar a la pequeña con su suegra. La abuela había criado ocho hijos y cuidaría bien de ella.
-París es una ciudad para enamorados -se dijo- y tres son multitud. Además, ambos tenemos que trabajar para que a la niña no le falte de nada. Ahora, todo volverá a la normalidad-. Sonrió. Su marido era suyo, sólo suyo.
Pero nada volvió a ser igual. Cuando salían de paseo, él aprovechaba para telefonear desde una cabina y preguntar por la niña; cada día, escudriñaba el buzón a la espera de noticias y fotografías. ¡La niña, siempre la niña!
-Cuando vayamos de vacaciones, tenemos que traérnosla. Estuve preguntando y hay buenas guarderías donde podemos dejarla mientras trabajamos-. La miró esperando su aprobación.
-¡Claro! -le dijo sonriente- Yo también la echo de menos.
Encontraron a la pequeña muy cambiada aquel verano. Caminaba tambaleante, procurando mantener el equilibrio apoyándose en la pared. Se vieron sorprendidos por su precocidad en el habla. Su voz era profunda y clara. ¿Cómo un cuerpecillo tan menudo podía encerrar un vozarrón de aquel calibre? La madre la vestía cada día con un vestido diferente, como a una muñequita, y el padre no se cansaba de jugar con ella.
Regresaron a París y comenzaron su vida en familia. Transcurrieron cinco años relativamente tranquilos en los que la madre observaba que, cada vez más a menudo, el padre y la niña se trasladaban a un mundo al que ella era incapaz de seguirles. Un mundo de fantasía repleto de duendes, ranas parlanchinas, liebres apresuradas, erizos despistados...
Luego llegaron los libros. El padre y la niña podían pasarse horas inclinados sobre un libro. El padre leía, la niña escuchaba atenta y hacía preguntas, o miraba las ilustraciones. La madre, en cambio, se quedaba sentada ante la televisión viendo programas de variedades, sintiéndose dolida y engañada por tener que verlos a solas, sin nadie con quien comentarlos. Y se cansó. Se cansó de sentirse excluída, de trabajar y ser tratada como una ciudadana de segunda en un país que no era el suyo. Ella no se había casado para eso. Había llegado la hora de regresar. En el pueblo, sería una auténtica "señora".
(Continuará...)

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2 Comments:

Blogger Javier Vilaboa - Diario LA REGION said...

esteeeeee. Leí suegra por ahí??? llevo más de 100 posts (artículos) escribiendo sobre ellas... ODIO A MI SUEGRA!!! si queres date una vuelta por mi blog ;)

1:36 a. m.  
Blogger Alphonse Zheimer said...

Y continuó, un viento de recuerdos agitando los visillos del alma.

12:05 a. m.  

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